miércoles, 21 de mayo de 2014

El síndrome de la prisa

No sé si existe un síndrome de la prisa, pero sí existe algo parecido a la exigencia de que todo lo tenemos que hacer cuanto antes. Últimamente yo lo siento, me sorprendo a mí misma pensando en cuánto tiempo voy a tardar en tener mi propia consulta, en tener varios pacientes, en poderme dar de alta e incluso en independizarme. Me entra la prisa, los nervios y me agobia la idea de no hacerlo ya. Seguro que os suena.

Hace unos días, una persona  con la que comparto muchas de las cosas que me vienen a la cabeza me recordó que
un monje budista bastante conocido mantiene la idea de que estamos dónde tenemos que estar, ni más atrasados ni más adelantados, dónde tenemos que estar y cómo tenemos que estar justo ahora. Puede resultar curioso que alguien que se dedica a transmitir la paz y la calma como parte de terapia sucumba a las prisas de este mundo. Pero detrás de mi etiqueta de coach no soy más que un ser humano y también tengo momentos de debilidad.

Ains, a veces cuesta mucho no dejarse llevar y convencerse totalmente de que cada paso que das va en la dirección correcta. Yo, como vosotros, también necesito reubicarme de vez en cuando. También medito todas las mañanas para poder mantener esa paz, también escucho música relajante, practico ejercicios de mindfulness y dedico tiempo a la lectura y a la introspección. Todo para estar al 100% cuando alguien pide ser escuchado. Lo que enseño lo vivo, no podría enseñarlo de otra manera. No puedo hablarte de paz si no sé lo que es estar en guerra, la tranquilidad no la comprendería si no sintiera el nerviosismo. Y demás, ya sabes...

El caso es que el síndrome de la prisa es cómo la gripe, un virus que se contagia y que está en el ambiente. Es importante aceptar que está y trabajar para que se vaya cuanto antes. De lo contrario, las prisas no son buenas consejeras... ¿o sí?

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