martes, 7 de abril de 2015

Semana de espíritu y alma...

Como adelanto, hace una semana que dí la primera sesión de un curso de Gestión del estrés con risoterapia y otras técnicas que tuvo un comienzo precioso. Ya iré contando porque creo que va a dar mucho de sí, me quedan tres sesiones más que van a ser muy fructíferas.

Pero, de lo que realmente quiero hablar es que el domingo acabó la Semana Santa y con ella mi ejercicio espiritual. Yo soy una de esas personas que desfila en las procesiones en una hermandad y con el traje completo de nazareno. Y no salgo por motivos religiosos, de hecho hace un tiempo que la iglesia y yo no tenemos el mismo concepto de Dios y de Jesús. De hecho yo celebro su vida, no su muerte. Se puede considerar que hago hipocresía por participar en una manifestación religiosa sin creer al cien por cien en ella, pero si es así hay mucha hipocresía más en esta sociedad, cuanta gente se casa sin creer en lo que hace... Dejo al lector que piense lo que quiera y que me etiquete como prefiera, yo bebo de diferentes fuentes, leo sobre diferentes religiones y de cada una me quedo con lo que más me gusta y me interesa.

Tras esta explicación, que tal vez no sea necesaria, quiero explicar cómo es mi ejercicio espiritual. Durante estos días, aumento mis meditaciones, paso más momentos en silencio y me dedico a ver desfilar a los compañeros de otras hermandades, con el respeto de quien valora su esfuerzo y el trabajo del escultor que realizó la talla que recorre las calles. Y cuando me toca desfilar me concentro para ejercitar mi atención plena. Los días que doy caramelos observo las caras y me dejo llevar por la intuición, sonrío durante toda la procesión acompañando la sorpresa de quien recibe los caramelos. Y es precioso porque nadie sabe quién soy, solo aquellos que me conocen sin capuchón y saben que desfilo, me conocen. Te llena el alma regalar sonrisas, sorprender y agradecer el esfuerzo de salir a vernos de manera anónima.

Y el día de viernes santo, cuando desfilo con un farol que puede pesar entre dos kilos y cuatro (según el que me toque) y cuando no doy caramelos, estoy conmigo. Pongo la atención en la distancia que debo llevar con mis compañeros y me observo, me siento. Camino despacio, siento mi cansancio, escucho mi respiración,  respeto mi decisión de dedicar tiempo a un "sacrificio" que para mí no es tal. Escucho mi silencio, mastico ese silencio, escucho los ruidos del público, siento mi cansancio y mi esfuerzo, me abrazo y me animo... Me quiero, porque solo estoy yo presente, estoy conmigo y disfruto de mi presencia... Y respiro en silencio...




Sea entendible o no, la verdad es que no me preocupa solo quería compartirlo... 

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